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Procesos comerciales : satisfacción y frustración

Las compañías están hechas de personas” es una de las afirmaciones más frecuentes que escuchamos decir con orgullo a la mayoría de líderes. Hoy se explica muy fácil, tan sencillo como que no podríamos producir bienes y servicios si no hay una cadena de humanos detrás que los gestionen.


Por otro lado, muchos afirman que si su gente está bien, la compañía estará bien y tenderá a estar mejor y a crecer. Porque hay seres involucrados en alma y cuerpo que saben que sus esfuerzos son reconocidos y seguramente bien remunerados.


Pero yendo un poco más a fondo, ¿qué es estar bien en un trabajo?

La respuesta es, no sé, depende. Depende de muchos factores. Si las cosas están bien en casa, el desempeño en el trabajo seguro estará bien. Si hay un equipo de trabajo colaborativo y que se ajusta a tus métodos, seguro estarás bien. Cuando tienes un jefe con el que existe algún grado de empatía, probablemente te sentirás mejor. Si eres bien remunerado, teniendo en cuenta los años que llevas en la compañía, el benchmark del entorno laboral y de acuerdo a las tareas que realizas por tu pago, seguro también estás bien.


Proceso

Pero ¿qué pasa cuando las cosas no son perfectas, cuando hay un des-balance en esa cadena que hace que la compañía no funcione como debería?


No todas las personas saben liderar, y no todos los empleados comprenden que, al formar parte de un ecosistema, cualquier interrupción en su labor puede afectar significativamente los resultados generales. Y eso, en los procesos comerciales, puede marcar la diferencia entre crecer o estancarse.


Hoy, con todo este tema de la IA, se vuelve más complejo aún. Está el temor a ser reemplazado, la comodidad de sentarse en los cargos actuales rezando para que sigan vigentes, la pereza por investigar porque para qué (ahí está gpt).


Cuando estos eslabones pierden su firmeza, desde el liderazgo es muy fácil pasar de la satisfacción a la frustración. Particularmente en el área comercial, las emociones son muy fluctuantes.


Estamos convencidos que nuestro propósito en las compañías es: atraer, enamorar, establecer una relación, hacerla madurar y perdurar.  Todo para que esos esfuerzos del resto de las personas, concluyan en vender más y hacer que nuestros negocios crezcan. Para innovar más, para crecer y para que todos esos seres humanos de los que hablé al inicio estén bien.

Los ciclos comerciales, dependiendo del tipo de industria son cortos o largos. Cuando pasan rápido, esa satisfacción engrandece y nutre el alma para seguir adelante. Pero cuando son largos y lentos, hay un punto en que llega una frustración inmensa. Tratamos de mantener el positivismo, intentamos mediar entre el seguimiento y la intensidad. Pero el elástico del caucho eventualmente se revienta. 


Pasan meses, incluso años en los que pedaleamos sobre lo mismo con insistencia y disciplina, pero nada. El ánimo cae y el equipo lo nota. ¿Qué hacer? ¿Cómo separamos las emociones y nuestro humanismo de todo esto?. Persistiendo, es la única manera. 


Si algo he interiorizado, es que cuando estás en una compañía construida de personas interesadas en las personas como fundamento esencial; y cuando estás rodeado de personas positivas que empujan el buen ánimo sin importar las circunstancias, logras ver la luz, así sea tenue o esté lejos pero la ves.


Cuando sabemos que tenemos productos o servicios diseñados con responsabilidad, con esmero, y sobre todo, creemos en ellos y estamos convencidos que serán un éxito porque tienen un propósito real; tampoco toma relevancia el ciclo, no importan los días positivos y los días deprimentes. En el fondo, sabemos que saldremos adelante. Lo verdaderamente importante es fortalecer los lazos que conforman esa gran cadena, asegurándonos de que estén firmes y alineados, porque solo así lograremos recibir un 'sí'.












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